(Foto: El Periódico de Catalunya)
Por Iván Vega · 21 de abril, 2016 (Link- Joan Seguidor.)
- Cuando la densidad ciclista crece de forma aparente y constatable en una ciudad, los comentarios de las personas ajenas a las dos ruedas y la flaca giran siempre en el peligro que imponen y los riesgos que surgen de entre las piedras.
Es la típica reacción de quien tiene miedo cambio porque en el fondo está cómodo con la situación reinante, aunque ésta diste de la ideal. Pero ¿cuál es la situación reinante en muchas de las ciudades a este lado de los Pirineos? pues la que hemos descrito muchas veces, urbes atascadas, personas invadidas por coches, ruidos y polución, tráfico lento y denso, tráfico que llamaríamos exasperante, para quienes nunca hemos tenido un carnet de conducir en la cartera y lo miramos desde fuera.
Pero la realidad de los números y las estadísticas probadas hablan de realidades muy diferentes cuando las bicicletas echan a rodar por las calles. Los ciclistas, con todos sus defectos, son actores que ayudan a pacificar la ciudad, a hacerla más humana y crear un entorno más saludable.
Hay dos partes del estudio en el que nos basamos, por un lado en el índice de accidentes. Si tomamos la encuesta realizada hace 13 años, formulada por el investigador Peter Jacobsen, vemos este cuadro: cuando se dobla el número de ciclistas en una ciudad en riesgo de sufrir un accidente baja en un 34% por kilómetro recorrido, cuando ocurre al revés, las posibilidades de percance se duplican. Curioso ¿verdad?
Estas conclusiones se sacaron del estudio de 68 pueblos californianos más 47 daneses junto a las valoraciones de otros catorce países del viejo continente.
El segundo tramo del estudio habla de los efectos de la bicicleta en la ciudad. Cuando crece la presencia de ciclistas en las ciudades el tráfico tiende a ralentizarse, los conductores se acostumbran a la estampa de esas hormiguitas por las calles trampeando y buscando la forma de salir adelante. Este descenso de velocidad media implica menos accidentes, lógicamente, porque al final tenemos conductores más concienciados y prudentes.
El ciclismo urbano calma los nervios, podríamos decir, y no sólo de quienes lo practican, también del resto, al margen de otros beneficios, invisibles para muchos. El mejor ejemplo lo tenemos en aquellos países que copados de ciclistas encontraron la fórmula hace tiempo…
- Cuando la densidad ciclista crece de forma aparente y constatable en una ciudad, los comentarios de las personas ajenas a las dos ruedas y la flaca giran siempre en el peligro que imponen y los riesgos que surgen de entre las piedras.
Es la típica reacción de quien tiene miedo cambio porque en el fondo está cómodo con la situación reinante, aunque ésta diste de la ideal. Pero ¿cuál es la situación reinante en muchas de las ciudades a este lado de los Pirineos? pues la que hemos descrito muchas veces, urbes atascadas, personas invadidas por coches, ruidos y polución, tráfico lento y denso, tráfico que llamaríamos exasperante, para quienes nunca hemos tenido un carnet de conducir en la cartera y lo miramos desde fuera.
Pero la realidad de los números y las estadísticas probadas hablan de realidades muy diferentes cuando las bicicletas echan a rodar por las calles. Los ciclistas, con todos sus defectos, son actores que ayudan a pacificar la ciudad, a hacerla más humana y crear un entorno más saludable.
Hay dos partes del estudio en el que nos basamos, por un lado en el índice de accidentes. Si tomamos la encuesta realizada hace 13 años, formulada por el investigador Peter Jacobsen, vemos este cuadro: cuando se dobla el número de ciclistas en una ciudad en riesgo de sufrir un accidente baja en un 34% por kilómetro recorrido, cuando ocurre al revés, las posibilidades de percance se duplican. Curioso ¿verdad?
Estas conclusiones se sacaron del estudio de 68 pueblos californianos más 47 daneses junto a las valoraciones de otros catorce países del viejo continente.
El segundo tramo del estudio habla de los efectos de la bicicleta en la ciudad. Cuando crece la presencia de ciclistas en las ciudades el tráfico tiende a ralentizarse, los conductores se acostumbran a la estampa de esas hormiguitas por las calles trampeando y buscando la forma de salir adelante. Este descenso de velocidad media implica menos accidentes, lógicamente, porque al final tenemos conductores más concienciados y prudentes.
El ciclismo urbano calma los nervios, podríamos decir, y no sólo de quienes lo practican, también del resto, al margen de otros beneficios, invisibles para muchos. El mejor ejemplo lo tenemos en aquellos países que copados de ciclistas encontraron la fórmula hace tiempo…